El arte de esquivar probablemente llegue de los deportes de contacto directo. Cualquier persona que practique boxeo, sabe que no es lo mismo defender un ataque que evadirlo.
Es cierto que de ambas maneras se frustra el intento de ataque del contrincante, pero la zona del cuerpo que se utilice para amortiguar la ofensiva sufre secuelas. No en el primer ataque, ni en el segundo, pero a medida que esa zona se va desgastando la guardia va perdiendo eficacia. Cada vez cuesta más posicionar los brazos o piernas para cerrar los espacios.
La otra forma de frustrar los ataques rivales es realmente más complicada, eludir un golpe puede lograrse mediante dos caminos, que llegan a un mismo fin, pero en esencia son totalmente distintos.
El primero vamos a llamarlo sistemático, es la mejor palabra para definirlo. Es el clásico entrar y salir. Esto quiere decir, avanzar en una ofensiva corta y en lo posible eficiente y luego alejarse del rival para evitar el contraataque. En el retroceso que efectúa este tipo de sistema de ataque, se suelen ver golpes eludidos. Pero no hay lectura de movimiento, ni reacciones rápidas, solo alejar el cuerpo rápidamente luego de las conexiones logradas.
El segundo es una destreza que pocos logran desarrollar, conlleva una gran dosis de sabiduría, y anticipación. Este es conocido con el nombre intuitivo. ¿Por qué intuitivo? Porque el guerrero se destaca por saber de antemano dónde va a aterrizar el golpe del rival.
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